domingo, 18 de julio de 2010

Moisés.



Él había regresado a casa, apareció solo, un día tocó la puerta, su madre le abrió y allí estaba él con una maleta gigante llena de cartas que nunca envió porque se le había olvidado. La madre, esperándolo siempre, al verlo se echó a llorar sobre su pecho. Al final del sajuan estaba Moisés mirándolo.

La amnesia aún le afectaba, había cosas que permanecían borrosas en su memoria y otras que había olvidado por completo. La familia se dio entonces a la labor de refrescarle la memoria con vivencias, anécdotas y fotos. Días después parecía recordar todo el pasado hasta el momento en que se marchó, los seis años que permaneció ausente parecían haberse borrado por completo de su memoria. Acudieron los tíos, abuelos, primos, primos segundos y terceros a la casa, para saber que había sido del aparecido y convirtiose entonces en el centro de atención, los vecinos murmuraban y hacían hipótesis de su paradero durante los seis largos años, fingían buscar algo en la casa para poder ver al menos como había envejecido, se asomaban por las ventanas y los más valientes pedían permiso para visitarlo y comprobar si se acordaba de ellos. Moisés desde un rincón miraba callado al, ahora extraño, hermano y su procesión de visitantes.

Hablaba poco, se limitaba a contestar ciertas preguntas, eso cuando no se quedaba detallando alguna foto, el rostro de alguien, la vajilla en la que le servían café, todo parecía nuevo para el viajante, era como un niño reconociendo los objetos que se le presentan ante sus ojos. Por otra parte, muchas cosas parecían molestarle con facilidad, mostrándose muchas veces hostil con quienes le iban a visitar y con su familia, era preferible verlo y callar, incluso los gestos excesivos de cariño parecían un peso para él, dando como única explicación ante dicha renuencia "Ya no". Moisés desde su esquina escribía frases en la pared:

"Mi hermano no recuerda"
"Mi hermano allí sentado me mira"
"Mi hermano no me reconoce"
"A mi hermano no le gustan los abrazos"
"Mi hermano aún no recuerda cuando dormíamos juntos"
"Todo el mundo quiere a mi hermano"
"Mi hermano mayor ahora parece un niño pero tiene la mirada de un anciano"

Tomó fuerzas Moisés una tarde y se acercó a él, trató de abrazarlo y el recién llegado hermano se dejó abrazar con cierta indiferencia, al poco tiempo se cansó y movió su hombro para que se retirara. Moisés lo tomó del brazo y lo llevó a pasear. Moisés era un muchacho de muchas preguntas y hablar rápido, su hermano se limitaba a responder afirmativa o negativamente, haciendo ciertas excepciones con respuestas cortas. El hermano mayor estaba cansado y se sentó en un banco, Moisés lo acompañó, recostó su cabeza en su hombro, el otro sentía el peso de la cabeza de su hermano con cierta incomodidad, que se acentuó cuando Moisés le dijo:

"Duré seis años sin tener un hermano, se me había olvidado como era y me devolvieron un desconocido. Tú no eres mi hermano"

Para el extraño era curioso ver como Moisés había crecido, lo recordaba siendo un niño que jugaba con las ollas de la casa y balbuceaba tratando de cantar las canciones que su hermano mayor le enseñaba, tenía ahora quince años y su cuerpo se empezaba a debatir entre la niñez y la adultez, esa molestia llamada pubertad. El hermano mayor veía como se dibujaba entonces la personalidad de su hermano, su ideología, sus complejos, sus gustos, y todo esto era muy ajeno para él. No se lo había dicho en su momento pero él tampoco lo reconocía como hermano, para él Moisés tenía nueve años, no quince, nueve años y una admiración desmedida por su hermano mayor, admiración que ahora ocupaba Orson, un amigo de Moisés que tocaba el violín. Orson tenía la misma edad que el aparecido hermano mayor, una sonrisa amplia, era muy delgado, con unos dedos larguísimos, y le estaba enseñando a tocar el violín a Moises, era pues Orson la persona elegida por Moisés para llenar la vacante de su hermano mayor durante los seis años que duró ausente.

Moisés salía todas las tardes diciendo que iba a casa de Orson, se despedía de su hermano que yacía perdido en el sofá de la sala, y regresaba en la noche con una bolsa en las manos, levantaba su colchón y guardaba el contenido de la bolsa debajo. Esto llenaba de curiosidad al recién llegado pero respetaba la privacidad de su hermano menor pensando "Es su mundo, son sus cosas".

Una noche Moisés no llegó a la hora que solía llegar, el extranjero le preguntó a su madre y esta le respondió que era el cumpleaños de Orson y Moisés llegaría más tarde. Sintió algo en su corazón, algo que desde hace seis años no sentía, algo que no se habían encargado de recordarle, sintió celos, celos de Orson y del lugar que ocupaba en la vida de su hermano. Se dirigió corriendo a la cama de Moisés, levantó el colchón y encontró fotos, muchas fotos, fotos que archivaban los seis años que Moisés había estado sin él, fotos con sus amigos, cartas de sus novias, envoltorios de caramelos y chocolates, cordones de zapatos, partituras de violín, algunas páginas de la biografía de Paganini, donde hablaba del enano que lo acompañaba, se dio cuenta entonces que durante los seis años que había durado ausente su hermano había...crecido.

Esa noche Moisés llegó tarde y en la oscuridad de su habitación divisó a su hermano acostado en su cama, con mucho cuidado se acostó a su lado y lo abrazó, y se acostó a dormir feliz de pasar una noche durmiendo como en los viejos tiempos con aquél que le leía Peter Pan para dormir.

A la mañana siguiente Moisés despertó y su hermano mayor ya no estaba junto a él, sintió que una mano invisible le oprimía el corazón, sintió miedo, saltó de su cama, fue al cuarto de su hermano pero no estaba allí, tampoco estaba en el de sus padres, lo buscó en la sala, en el patio trasero, el jardín, nada; regresó a su cuarto, buscó bajo su colchón, no estaban ninguna de las cosas que guardaba celosamente, corrió nuevamente al cuarto de su hermano y notó que tampoco estaba su maleta, su hermano se había marchado nuevamente, pero esta vez con todos los recuerdos de su hermano, los seis años de Moisés se habían ido dentro de la maleta para viajar siempre con él.

Lo buscaron por todo el pueblo y en los pueblos cercanos pero fue en vano, se había marchado como la primera vez, sigiloso y sin dejar rastro. Esa noche Moisés encontró escrito en la pared, junto a lo que él había escrito:

"Soy tu hermano. Me llevo tus recuerdos, a mí me hacen más falta que a ti"


***


Nota del autor: No tengo amnesia, pero a veces siento como si la tuviera. Hace seis años me fui de casa, regresé con ciertas intermitencias y durante esos seis años no me di cuenta como mi hermano iba creciendo. Durante este viaje entendí que ya es un hombrecito y no estuve aquí para responder ciertas preguntas o ayudarle en ciertas cosas que para él podían parecer imposibles o desconocidas. Ayer vi algunas fotos en su facebook, me llené de alegría y emoción ver como su mundo se forma ante sus ojos, descubre cosas nuevas y forja amistades, luego lloré al darme cuenta que tenemos mucho tiempo perdido, sin embargo, soy feliz de saber que él mismo le ha dado sentido al pequeño y asfixiante mundo que implica este pueblo, como yo lo hice cuando tenía su edad, yo tampoco tuve un hermano mayor...como él.

Te amo, Moisés.



jueves, 8 de julio de 2010

Aurora.

La última noche nos quedamos en un hotel, ella quería un lugar con el cual no tuviera apegos sentimentales, ella era así.

Cuando entramos a la habitación, que era tenebrosamente blanca, abrió sus brazos y dijo:

"Aquí nadie nos va a extrañar"

Volteó su cabeza sobre uno de sus hombros y corrigió:

"Nadie me va a extrañar"

Ella era así, y yo la quería así, y creo que nunca se lo dije...mejor así.

Dos botellas de vino y una caja de cigarros después se levantó apurada, sacó toda su ropa de la maleta gigante que tenía, para acomodarla de nuevo. Contaba sus medias, desdoblaba y doblaba su ropa interior, acomodaba las blusas, pantalones y faldas de acuerdo a como se los combinaría, y parecía divertirse mucho. Yo mirándola entre las copas le repetía que era una loca. Esa noche me explicó la metodología del eterno viajante y los pasos a seguir para el que se queda, haciendo énfasis en este último:

1-Preferiblemente no acompañar al que se va al aeropuerto, estación, puerto y/o afines.
2-No escribirle una carta, y en caso de hacerlo, que se limite a una frase.
3-Jamás decir "Hasta pronto", "Hasta luego", "Nos vemos", "Vuelve pronto", con un "Adiós" bastaría, una despedida sin promesas ni jugueteos con el tiempo futuro.
4-Guardarle algo a escondidas en la maleta al que se va, como para asegurarse que cuando llegue a su destino al menos ocupe cinco minutos en recordar.
5-En caso de acompañar al que se va al aeropuerto, estación, puerto y/o afines, nunca nunca nunca, quedarse viendo como se aleja. Despedida, media vuelta y marcharse sin mirar atrás, sin volver la mirada, jamás jamás JAMÁS (Gritó) volver la mirada.

Y concluyó: "Porque el que se marcha nunca te estará mirando, estará buscando su pasaje en los bolsillos".

Sus ojos fijos sobre los míos, ella con esa mirada de quien observa a los que duermen esperando a que despierten y yo con mi mirada de recién levantado. Le dije:

"Llevas demasiadas medias"

"Me da demasiado frío en los pies" - contestó.

"Me da demasiado frío dormir contigo" - agregué.

"Ven conmigo" - propuso con esa seguridad tan de ella, con ese hacer lo que le plazca, y yo simplemente no contesté, ella prefería así, cuando yo dejaba las conversaciones inconclusas, y yo estaba ahí para complacerla.

Nos acostamos hablando de su viaje mientras manchábamos las sábanas con vino, repetía una y otra vez que su vuelo salía a las 10am, que tenía que estar en el aeropuerto a más tardar las 8, que se despertaría a las 6 porque ella tardaba demasiado para estar lista pero que yo podía dormir un ratito más. Se durmió, acerqué mis labios a los suyos y me limité a rozarlos, sin profanarlos con ese molesto beso que se da a los que duermen. Le conté mi plan maestro, me iría con ella, en el camino llamaría al aeropuerto llamaría al trabajo, haciendo uso de mi mejor excusa, renunciaría, acordaría enviar la renuncia por correo, compraría un pasaje en su mismo vuelo y llegaríamos juntos a Barcelona, compraría ropa nueva y la vieja ropa la arrojaría al mar en La Barceloneta, por lo de los apegos. Me dormí.

Cuando desperté a las 7am ella ya no estaba. La busqué en el baño, bajé al lobby del hotel, en recepción me dijeron que la señorita se había marchado a las 5am, subí a la habitación y encontré la polaroid que nos habíamos tomado la noche anterior en mi bolso. Tomé un taxi al aeropuerto y en el camino noté que había una nota en el bolsillo derecho de mi chaqueta.

"Jamás le cuentes tus planes a quien duerme" 08 de Julio.

Llegué al aeropuerto a las 9am, aún tenía una hora para alcanzarla e irme con ella a Barcelona y arrojar mis ropas viejas con todos mis temores y mis mañas al mar. Pregunté en la aerolínea, aún se chequeaban los pasajeros del vuelo pero ella no estaba, el operador me dijo que la señorita por la que yo preguntaba había cambiado su vuelo por el de las 9am a Helsinki, el cual ya estaba abordando. Corrí con todas mis fuerzas al pasillo que da al área de embarque hasta que me detuvo el vidrio, al otro lado estaba ella, rodando su maleta con su mano derecha y en la izquierda sus lentes de sol. No la llamé, no me acerqué al vidrio siquiera, no hice el menor intento por detenerla, sólo la vi alejarse, como llegaba al área de inmigración, se colocaba sus lentes y buscaba su pasaje en el bolsillo...jamás volteó a verme.