miércoles, 19 de agosto de 2009

Extraños en la noche.


Hoy en el metro camino a mi casa, me pasó una de esas cosas hermosas que acontecen diariamente en Caracas, pero que lamentablemente estamos tan ocupados para darnos cuenta.
Estaba yo sentado escuchando música en el ipod, cuando noto que frente a mi hay un señor, unos treinta años debería tener, vestido en pobreza, maquillado por la mugre y el cansancio, gordo rechoncho, por su forma de vestir se podía entrever que trabajaba para la compañía de aseo público, llevaba él una franela roja y rota, unos pantalones y zapatos sucios cargados con la dureza de aquél que trabaja día a día, de esos que se les nota la pesadez del trabajo duro, y una gorra que imagino lo protegió del yugo inclemente del sol durante el día.
Tenía el señor en las manos un juguete cuyo nombre no recuerdo pero llegué a tener en mi ingrata infancia (porque la infancia es ingrata señores), era una especie de reloj blanco y grande, con una palanca morada a la derecha, la cual, al halarse daba vueltas a la manecilla gigante que tenía en frente, alrededor de la manecilla habían imágenes de películas Disney y en la casilla donde se detuviera sonaba un diálogo de la respectiva película, algo así era, ese el el vago recuerdo que tengo del juguete (Mattel creo).
La cuestión es que la cara, la emoción, el placer, la sonrisa del señor cada vez que halaba dicha manecilla, no la puedo describir con palabras, eso es literalmente imposible, eran sus ojos abriéndose cada vez que sonaba, la pequeñez de su manos tocando el juguete como aquel hombre que sueña que toca a la mujer amada, la dedicación de acercar a sus oídos el reloj para escuchar mejor lo que cantaba la bocina. Estaba el reloj sucio y se le notaban los años y los niños que habían jugado con él, se le notaba que había sido olvidado egoístamente por muchos niños, y reemplazado por otros juguetes más nuevos.
Imaginé entonces que el señor tenía un hijo pequeño, un niño con juguetes rotos y a medias, con juguetes tristes e incompletos, imaginé que el señor lo había encontrado entre la basura de alguna casa donde todos los niños crecieron, donde ya no quedaban niños, donde ya no habían risas por los pasillos, ni caramelos bajo las almohadas, imaginé entonces un niño feliz con su papá feliz, sin importar que el juguete estuviera sucio o viejo, imaginé un juguete sonriente por conseguir una últimas sonrisas de algún niño que le iba a querer nuevamente, antes de que caducara su batería.
Recordé a mis primos sin juguetes, recuerdo lo felices que eran al ir a jugar de vez en cuando en mi casa, asombrarse con la cantidad de juguetes y artilugios que tenía, decir que ellos no tenían esas cosas, recuerdo que pensaba con gran asombro por qué mis primos no tenían juguetes, eran ellos unos niños de buena familia, que crecieron con todas las comodidades pero en casa de sus abuelos, sus madres se habían ido a vivir con sus nuevos esposos y los habían dejado a cargo de sus abuelos, dichos abuelos en un régimen casi militar consideraban descartable la presencia de un juguete en casa y yo sentía pena por ellos, recordé también las muchas veces que dejé de jugar por ver televisión (esa eterna enemiga de los juguetes), recordé que de pequeño yo prefería leer mientras dejaba que mis primos disfrutaran de las bondades de mi cuarto repleto de juguetes.
Ahora ya no tengo un cuarto de juguetes, sin embargo, tengo algunos que me acompañan y que a veces olvido (como cuando era niño), yo crecí (por mucho que diariamente me propongo no hacerlo), mis primos crecieron (inevitablemente, estaban destinados a crecer), siguen sin tener juguetes ellos, ahora en cambio sus hijos tienen miles, hace poco los visité y sentí alivio de que ellos si pudieran disfrutar lo que sus padres no.
En estos momentos un padre quien sabe en que parte de Caracas debe estar jugando con su hijo y su reloj Disney, mientras tanto yo escribo sobre él, un extraño en la noche, y como, mientras palpaba la felicidad de la infancia recuperada, una infancia que tal vez nunca tuvo, sonaba justamente Strangers in the Night en el ipod, y eso señores para mí es poesía.

8 comentarios:

Unknown dijo...

baby!
hermoso! ♥

en serio!
q H E R M O S O !!!

te amE mAs!



Pansy!

Mr. Alfredo dijo...

Te juro que lloré.

Jado256 dijo...

Oh por Dios!

Me enamoré, really!

Tu nota está sencillamente genial.

Bra.vo!

Te espero en http://caracascanela.blogspot.com

Jado!

Peter Pan dijo...

-Daya: Te amo.

-Alfred: Que fino que te haya gustado mi blog.

Gerardo: Gracias por leerlo, quiero echarle una buen a ojeada a tu blog

Jernest dijo...

Yo hubiese roto en llanto si me pasa todo eso a la misma vez!!!!

Ers amor Ijjrra, eso es lo que tu eres!

Unknown dijo...

te amo papi... y quiero tenerte aqui pa darte amor

Sandum dijo...

Amazingness! Excelente composición, no pude evitar imaginarme en un vagon sin aire acondicionado viendo al señor... Que bueno es que notes estos detalles y los escribas... Saludos!

Unknown dijo...

:( recordé esos libros de peter pan que pintabamos juntos, sobe la mesa que ademas se movia de lo fuerte que afincabas los prismacolor jejeje .....remember???????