miércoles, 9 de diciembre de 2009

El 10.


Hace mucho mucho tiempo estaban los números primarios en la villa númerica, estrecho lugar donde vivían, estaban bajo el mando del Dios de la Unidad que era un dios amargado y solitario, por lo tanto tenían terminantemente prohibido salir de las respectivas casillas del cuaderno cuadriculado de matemáticas donde vivían.

Se encontraba pues el número Cero en su casilla que era la primera en la hilera de casillas, a pesar de que el Dios de la Unidad les había prohibido asomarse por las ventanas, el Cero que era rebelde y se sentía solo, siempre había querido dar un paseo por la villa cuadriculada. Aprovechó pues un día que el Dios dormía y saltó hacia la casilla contigua, se hizo como pudo un espacio y saludó al número residente, se posicionó delante de él y le saludó:

-Buenas Tardes –dijo el Cero- ¿Quién eres?

El Uno, que dormía casi siempre, bostezó y respondió:

-Soy el uno. ¿Qué haces aquí? El Dios de la Unidad puede despertar en cualquier momento.

-No importa –agregó el Cero- no soporto más estar encerrado, cada vez estoy más flaco de tanto encierro.

El Uno sonrió sarcásticamente:

-Jah! Mírame a mí, soy el Uno, soy un palito, un raquítico y solitario palito, ya ni fuerzas tengo, he de tener anemia, por eso duermo todo el tiempo.

El Cero sintió pena por el Uno, sintió que no era el único que se sentía solo y estaba harto de las casillas. Recordó entonces que antes del Dios de la Unidad reinaba en la villa en Dios de la Adición, que era un dios bondadoso y siempre daba fiestas, hasta que una noche después de haber tomado mucho vino de la multiplicación aprovecho el envidioso Dios de la Unidad y lo lanzó al Lago de los Borradores, donde naufragó en un blanco mar el una vez alegre Dios de la Adición.

Dijo el Cero:

-Ya sé!! Si nos unimos tal vez podemos hacer regresar al Dios de la Adición!!!

Y le pidió al Uno que se enderezara y se pusiera bien erguido a su izquierda. Pero después de un rato el cero se dio cuenta que el uno seguía siendo el uno, de hecho ahora eran el cero uno, el uno se puso a llorar, y antes de que su llanto despertara al Dios Unidad, el cero saltó a la siguiente casilla.

Se consiguió allí al número dos que eran unas hermanas siamesas, un poco antipáticas. Aquellas de mala gana le preguntaron qué hacía allí y le reclamaron al cero que por su culpa las castigarían. El cero les explicó todo y les propuso hacer la misma prueba que hizo con el número uno:

-No!!!! - Respondieron las siamesas – Seguro eso debe doler porque el uno está llorando.

El cero insistió e insistió hasta que las siamesas que conformaban el número dos aceptaron de mala gana y dejando en claro que fuese lo más breve posible. Se posicionó entonces el cero delante del dos y nada, ahora eran el cero dos, las siamesas se burlaron y se rieron del cero, diciéndole que era un soñador y luego lo corrieron de su casilla alegando que les traería problemas. Saltó el cero a la casilla del número Tres.

El Tres era un señor robusto, era ruso, sufría de cosquillas y siempre estaba ebrio de tanto vodka, pronunciaba muy fuerte las erres:

-¿Qué quierrres? – Dijo el Tres.

El cero le explicó lo que le había pasado con el uno y con el dos y le pidió lo mismo, posicionarse delante de él para ver qué pasaba. El Tres aceptó a regañadientes pero cuando el cero se colocó, el Tres que era muy cosquilloso empezó a reírse:

-TRA TRA TRA TRA TRA TRA TRA TRA TRA TRA!!!!!!! – Se carcajeaba el Tres.

Y así el cero saltó a la próxima casilla, y a la próxima, y a la próxima, sólo para darse cuenta que sus esfuerzos eran fútiles, que cada vez que se posicionaba delante de un número, el otro seguía conservando su mismo valor. Además que los demás números no ayudaban y tenían personalidades o características muy difíciles que complicaban la labor aditiva del cero:

El cuatro era mocho, le hacía falta una de sus paticas, la había perdido en la Guerra de las Divisiones.
El Cinco practicaba la equitación y no se bajaba nunca de su caballo.
El Seis se enrollaba siempre con su colita y siempre iba a parar al suelo.
El Siete era muy orgulloso porque decía que era el número de la suerte.
El Ocho era autista, siempre estaba perdido en sí mismo.
Y el nueve que era el hermano gemelo del Seis tenía problemas de personalidad y no sabía distinguir entre su hermano y él mismo, tenía un espejo en el que se miraba y se preguntaba a sí mismo si era el Nueve o el Seis.

Recordó entonces el Cero que cada vez que el cruel Dios de la Unidad lo regañaba le decía que él no valía nada, que era el número sin valor y lamentó su valoración que era nula, se sintió un número vacío. Entre tanta alharaca armada por todos los números y la confusión que les causó el Cero, se empezó a despertar el Dios de la Unidad, estaba de mal humor y gruñía, el Cero dio vueltas y vueltas lo más rápido que pudo y el Dios Unidad gritó:

-POR TODOS LOS MÚLTIPLOS!!! ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? ¿A QUÉ SE DEBE TANTA GRITERÍA?

El Cero que no alcanzó a llegar a su casilla saltó a la primera que pudo, la casilla del Uno, quedando situado detrás de él. Cuando el Dios de la Unidad se asomó y vio que la casilla del Cero estaba vacía, se puso furioso, lanzando todo tipo de improperios matemáticos. Se asomó a la casilla del Uno donde estaban ambos números pero entonces hizo un gesto de terror el Dios de la Unidad, se tapaba los ojos que destilaban pánico y daba gritos de dolor. El Uno y el Cero que no entendían nada se miraron a los ojos desconcertados, los demás números se asomaban en sus casillas, confundidos por igual.

El Cero se dio cuenta en ese momento que estaba situado después del Uno, recordó las buenas épocas cuando regía el Dios de la Adición que le decía:

-Eres un número con mucho valor, siempre y cuando sepas dónde estás parado, donde y al lado de quien.

Se dio cuenta el Cero que ahora el Uno y él formaban el número DIEZ, que habían logrado el principio de adición, que ya no estaban solos, ni tenían por qué estarlo, ni él ni los demás números. El Dios de la Unidad se retorcía y se alejaba cada vez más dando tropezones hasta que sin darse cuenta cayó en el Lago de los Borradores desapareciendo para siempre. En este momento se desdibujaron las casillas, los números fueron libres, saltaban y cantaban las tablas de multiplicar, el Cero siempre tomando de la mano al Uno.

Apareció en la orilla del Lago de Borradores el Dios de la Adición, con una sonrisa muy amplia y abrazó a todos sus números, les recordó que podían estar los unos con los otros, proclamó una fiesta y le agradeció al Cero por haber sido tan valiente y haberse unido al Uno formando el DIEZ.

Como premio el Dios de la Adición le dio al DIEZ la propiedad ser la base del sistema decimal, les dijo que en un futuro Pitágoras concebiría el DIEZ como muestra de perfección y lo relacionaría con el Ser Supremo, que sería considerado un número completo por contener la cantidad totalitaria de los números primarios (Diez eran ellos), que en la kabbalah tendrían la propiedad de totalidad, que en los deportes tendrían la propiedad de buena suerte, que en los futuros juegos de cartas las reinas y los reyes tendrían el valor de DIEZ, que sería la puntuación máxima en competencias y evaluaciones, que serían considerados un máximo, siempre y cuando no se separaran.

El Cero le apretó la mano al Uno, muy fuerte, más fuerte que nunca.

FIN

(Foto por Kathy Boos. Cedida gentilmente mediante las bondades del Facebook)

miércoles, 19 de agosto de 2009

Extraños en la noche.


Hoy en el metro camino a mi casa, me pasó una de esas cosas hermosas que acontecen diariamente en Caracas, pero que lamentablemente estamos tan ocupados para darnos cuenta.
Estaba yo sentado escuchando música en el ipod, cuando noto que frente a mi hay un señor, unos treinta años debería tener, vestido en pobreza, maquillado por la mugre y el cansancio, gordo rechoncho, por su forma de vestir se podía entrever que trabajaba para la compañía de aseo público, llevaba él una franela roja y rota, unos pantalones y zapatos sucios cargados con la dureza de aquél que trabaja día a día, de esos que se les nota la pesadez del trabajo duro, y una gorra que imagino lo protegió del yugo inclemente del sol durante el día.
Tenía el señor en las manos un juguete cuyo nombre no recuerdo pero llegué a tener en mi ingrata infancia (porque la infancia es ingrata señores), era una especie de reloj blanco y grande, con una palanca morada a la derecha, la cual, al halarse daba vueltas a la manecilla gigante que tenía en frente, alrededor de la manecilla habían imágenes de películas Disney y en la casilla donde se detuviera sonaba un diálogo de la respectiva película, algo así era, ese el el vago recuerdo que tengo del juguete (Mattel creo).
La cuestión es que la cara, la emoción, el placer, la sonrisa del señor cada vez que halaba dicha manecilla, no la puedo describir con palabras, eso es literalmente imposible, eran sus ojos abriéndose cada vez que sonaba, la pequeñez de su manos tocando el juguete como aquel hombre que sueña que toca a la mujer amada, la dedicación de acercar a sus oídos el reloj para escuchar mejor lo que cantaba la bocina. Estaba el reloj sucio y se le notaban los años y los niños que habían jugado con él, se le notaba que había sido olvidado egoístamente por muchos niños, y reemplazado por otros juguetes más nuevos.
Imaginé entonces que el señor tenía un hijo pequeño, un niño con juguetes rotos y a medias, con juguetes tristes e incompletos, imaginé que el señor lo había encontrado entre la basura de alguna casa donde todos los niños crecieron, donde ya no quedaban niños, donde ya no habían risas por los pasillos, ni caramelos bajo las almohadas, imaginé entonces un niño feliz con su papá feliz, sin importar que el juguete estuviera sucio o viejo, imaginé un juguete sonriente por conseguir una últimas sonrisas de algún niño que le iba a querer nuevamente, antes de que caducara su batería.
Recordé a mis primos sin juguetes, recuerdo lo felices que eran al ir a jugar de vez en cuando en mi casa, asombrarse con la cantidad de juguetes y artilugios que tenía, decir que ellos no tenían esas cosas, recuerdo que pensaba con gran asombro por qué mis primos no tenían juguetes, eran ellos unos niños de buena familia, que crecieron con todas las comodidades pero en casa de sus abuelos, sus madres se habían ido a vivir con sus nuevos esposos y los habían dejado a cargo de sus abuelos, dichos abuelos en un régimen casi militar consideraban descartable la presencia de un juguete en casa y yo sentía pena por ellos, recordé también las muchas veces que dejé de jugar por ver televisión (esa eterna enemiga de los juguetes), recordé que de pequeño yo prefería leer mientras dejaba que mis primos disfrutaran de las bondades de mi cuarto repleto de juguetes.
Ahora ya no tengo un cuarto de juguetes, sin embargo, tengo algunos que me acompañan y que a veces olvido (como cuando era niño), yo crecí (por mucho que diariamente me propongo no hacerlo), mis primos crecieron (inevitablemente, estaban destinados a crecer), siguen sin tener juguetes ellos, ahora en cambio sus hijos tienen miles, hace poco los visité y sentí alivio de que ellos si pudieran disfrutar lo que sus padres no.
En estos momentos un padre quien sabe en que parte de Caracas debe estar jugando con su hijo y su reloj Disney, mientras tanto yo escribo sobre él, un extraño en la noche, y como, mientras palpaba la felicidad de la infancia recuperada, una infancia que tal vez nunca tuvo, sonaba justamente Strangers in the Night en el ipod, y eso señores para mí es poesía.

martes, 7 de julio de 2009

CIUDADES


Tú construyes una ciudad asfixiante y te pierdes en ella,

por algo más que un masoquista placer,

hecha en caramelo multicolor y que a mí me huele a kiwi.

Yo me pierdo diariamente en una metrópolis,

Que huele a lo que huelen todas las ciudades:

Huele a extrañarse, a buscarse,

a encontrase en esquinas,

haciendo esas cosas que se hacen en las ciudades,

ver fotos, esos recuerdos en cuadritos,

oliendo la camisa que dejaste tirada en la habitación,

dormir con ella puesta,

abrazar una almohada,

caminar escuchando esa canción que es sólo tuya y sólo mía,

y que nadie me la quite,

de esas que se dice: “Esa canción la escribí yo!”.

Porque las ciudades son tristes,

tantos edificios les ha tapado el sol, eso las entristece,

y por eso la gente no sonríe en el metro.

Jugamos a acortar distancias,

inventándonos una ciudad imaginaria

situada entre Caracas y Valencia,

donde no hay despedidas,

ni esquinas, ni cigarritos de despedida,

donde la gente juega a darse sorpresas,

donde el tiempo es un invento,

la distancia no se mide

y la gente no envejece,

y así vamos.


PD: "Esa canción la escribí yo" by Britfan



jueves, 11 de junio de 2009

Si yo fuera un video.

Last Fm murió, falleció sin previo aviso, y nos dejó a todos los que no nos llevamos bien con CADIVI, heartbroken y con un perfil limitado, eso fue como la promoción hermosa de Facebook en USA "Tú amigo te ha cambiado por un whopper", Last Fm nos pió y nos cambió por unos realitos, y uno que está acostumbrado a la música gratis.

Bueno después del trago amargo a uno le tocó buscarse otros dealers, yo opté por andar de blog en blog o de tumblr en tumblr y por ahí recaudar musiquita, luego me hice el fan número uno de Ghost Selector, donde mi Britifan me va alimentando, aunque nuestra relación sea sólo entre semana y en horarios de oficina. La cosa es que Briti nos presentó a Woxy, y de paso Woxy estaba haciendo un conteo de las 500 canciones del rock, así que nos tenía a todos sus adeptos como dije yo "Woxy que Woxy", con el status en msn "Woxy.com [128 Kb]".

Cuando se acercaba ya el top del conteo, sonó Bittersweet Symphony de The Verve, la cual estaba entre los 100 primeros y de paso nunca me gustó, sólo me gustaba la parte de los violines, me parecía que el video y Richard Ashcroft tenían mucha actitud y escucharla al final de Cruel Intentions, however, Britifan me dijo en ese momento que si ella fuera un video, sería ese, porque ella como dirían en mi pueblo "Dizque es muy sangrepito" y camina así en la calle. Yo me quedé pensando qué video sería yo y justamente sonó Just de Radiohead y si yo fuera un video, sería ese.

La cuestión es que yo siempre he dicho que tengo días así, hay días en los que ando fosforito o saturado de cosas y about to explode, y me entran unas ganas locas de echarme al suelo en medio de la calle y que nadie, me toque, me hable o me pregunte nada, porque simplemente quiero "No Ser", asumo que todos tenemos nuestros días así, también me gustaría saber si a todos nos da por no ser o si a todos les da ganas de echarse al suelo.

Ayer fue un día Just, de hecho toda esta última semana ha sido muy Just, pero ayer, ayer, ayer iba caminando por Altamira y lo vi todo, gente venía, gente iba y yo estuve a punto de lanzarme en la acera, que de paso estaba bien limpiecita como para merecerse que yo tomara un sidewalk break y hacer...Just.

Pues...no lo hice, pero apenas llegó Fab con su cámara al trabajo le dije "Agarra eso y sal que me vas a tomar una foto", Fab sólo me miró con esa cara que pone cada vez que yo invento algo pero muy complaciente, como siempre, mi mami hizo Click!...




...Y yo tuve mi momento JUST.

miércoles, 10 de junio de 2009

Al mal tiempo...



Hoy estoy un poco triste, no sé si triste sea la palabra, estoy como cuando vas al odontólogo y al salir aún tienes la anestesia, que te muerdes y te muerdes pero no sientes dolor, bueno así ando. Así que decidí no escuchar canciones tristes por el día de hoy, al contrario escuchar algo alegre o de nice mood o me echo a llorar por las calles y esta canción me hace feliz.

miércoles, 3 de junio de 2009

Todo sobre mi madre.

Me acabo de dar cuenta que llevo 10 años perdidos con mi mamá.
Cuando yo tenía 13 años ella se mudó a un pueblito que quedaba a 45 minutos de donde vivíamos y yo decidí quedarme en San Antonio (del Táchira) porque no me gustaba Ureña y me quedaba más cerca el liceo.
Así que prácticamente me quedé viviendo solo en casa de mi abuela con visitas intermitentes de mis padres, que iban a velar por la integridad de su muchachito.
A los 16 me mudé a Caracas.
Las visitas a mi pueblo se tornaron anuales en épocas navideñas por cuestiones de trabajo y universidad, si bien nuestra comunicación es muy buena, hablamos siempre y nos tenemos mucha confianza, en una de esas idas anuales mientras nos tomábamos unos tragos y mi mamá me ponía un compilado de videos que yo veía y amaba de niño, me dijo:
"Siento que a tí no te disfruté como hijo, no tuve tiempo de cuidarte, de regañarte, de verte dormir, de levantarme en las noches y asomarme a tu cuarto para ver si estabas bien, no tuve tiempo de verte crecer, te me fuiste muy rápido y cuando regresaste ya estabas crecidito, no te disfruté..."
Ese mismo año me di cuenta que la vida que vivía mi familia y la vida que vivía yo, eran vidas paralelas, con cierta información compartida, ciertos puntos de común y de contacto pero me di cuenta que en el momento en que decidí venirme a Caracas, yo empezaba una vida distinta, ya no estaba incluido en ciertas cosas familiares, cuando iba me enteraba de cosas que no me habían dicho o algunas las sabía tarde, otras me las habían contado y se me habían olvidado, creo que cuando uno pierde el contacto con alguien se vuelve un poco egoísta, ya luego te guardas información, a veces por no preocuparle o porque cuando le vuelves a ver, tratas de contarle las partes que consideras más importantes o peor aún, sientes que hay cosas que no tienes necesidad de contar.
Mi mamá (en el tiempo que sí me disfrutó) siempre se sentó conmigo para hacer las tareas, a pesar de que yo las hiciera solito, al menos estaba al lado.
Mi mamá siempre me enseñó como se hacía todo "para cuando vivas solo" decía.
Mi mamá siempre me habló como a un adulto.
Mi mamá llegaba todos los días a casa con un juguete, que luego iba a adornar el cuarto porque yo prefería leer o armar rompecabezas, a ella le parecía curioso pero seguían llegando los juguetes, hasta que no pude dormir en mi cuarto porque pasó a ser el cuarto de los juguetes.
Mi mamá recorrió todo el centro de Maracaibo buscando un cuchillo de madera, me disfrazó de campesino y gracias a eso me gané el premio del mejor disfraz en 1er grado (otro juguete pal cuarto).
Cuando Sineâd O'Connor se hizo famosa con su cabeza rapada y salía llorando en Nothing Compares 2 U, yo tenía 7 años y mi mamá cada vez que pasaban el video o la ponían en la radio salía corriendo y gritando "LA CANCIÓN DE LA CALVITAAAAAAA!!!!!"
Esa era la canción que sonaba de fondo el día que me dijo que no había tenido tiempo de disfrutarme.
En dos horas salgo a visitar a mi mamá.
Hace cinco meses que no la veo.
Son unas quince horas de viaje.
Cuando llegué la voy a abrazar muy fuerte, sé que ella va a llorar y le diré eso que no le dije ese día:
"Mamá, no fue que no me disfrutaste, o que no intentaste, o que tal vez yo siempre fui muy independiente como tú dices; es que yo me fui muy pronto, quería ver el mundo con mis propios ojos, el mundo da miedo mamá y yo no soy Peter Pan, pensé que lo era y no lo soy, no fue que no me disfrutaste, es que yo no me dejé disfrutar"
Te amo.


sábado, 30 de mayo de 2009

In the mood for Wong Kar Wai.



“Un día mi hijo me preguntó, ojeó unas revistas y me dijo: ¿Papá eres el director más romántico del mundo?, le dije: Vamos, no puede ser. Para mí romántico significa, seguir a tu corazón más que a tu mente. A veces, cuando estás rodando una película, tienes que seguir a tu corazón.

Wong Kar Wai

Wong Kar Wai ha marcado mi vida, llevo años persiguiéndolo, obsesionado con él y sus personajes solitarios, queriendo hablar con ellos, con él, con los pasillos estrechos y los espacios cerrados en que se mueven sus personajes, quisiera alguna vez encontrarle en un bar, él con la mirada distante, sus gafas oscuras (a pesar de ser de noche) y un cigarro en la mano, la mirada lejana, tal vez lamentándose por un amor perdido, silencioso, hablar con él de tantas nostalgias, tantas despedidas, de cartas que nunca se enviaron o nunca se recibieron, de tanta gente desaparecida, entre tantos cigarros, en medio de muchos silencios, tal vez hablaríamos poco y al final de la noche terminaríamos en la parte trasera de un taxi, apoyando mi cabeza sobre su hombro.

Wong Kar Wai habla del tiempo, del tiempo que tenemos y el que no tenemos, de lo que hacemos y no hacemos dentro del tiempo, de las personas que llegan y se van en el trascurso de ese tiempo, ese inminente tiempo siempre avanzando, tic tac tic tac, habla mientras sus personajes no hablan, solo callan y se miran, queriéndose tocar pero sin hacerlo, porque tal vez el tacto es sólo la parte física de lo deseado, porque tal vez si lo tocas ya no lo deseas.

Nos habla a través de detalles, de colores, de sus movimientos lentos de cámara, tan suyos que podríamos identificarlos sin saber que es una película de él, a través de sus planos imperfectos, nos habla mediante esa música tan particular que siempre elige, siempre una voz en off que narra lo necesario, mientras que imágenes y actos hacen el resto. Nos sitúa en una posición más allá del simple espectador, nos hace espías, vouyeristas, cómplices, nos obliga a guardar secretos, como si fuésemos ese hoyo al final de una montaña que luego es tapado con lodo.

In the mood for love nos habla de dos personajes, dos seres rodeados de mucha gente pero solitarios, solitarios como esas calles donde por lo general se dan sus encuentros. Su Li-Zhen y Chow Mo-Wan se mudan con sus respectivos esposos a una pensión, siendo “vecinos” empiezan a sentir las carencias de sus parejas, se empiezan a buscar sin buscarse, encuentros esporádicos y en cierta forma furtivos se van dando entre ellos, Su sospecha que su esposo le es infiel, la relación de Chow cada día se enfría más, y como todo ser humano, que busca identificarse mediante otro ser humano, que busca otro ser que le diga “Soy humano porque tú eres humano, soy como tú, no en el sentido físico, bueno un poco en el físico, pero estás vivo porque yo estoy vivo y te puedo ver”, en esa búsqueda se encuentran, hablan, guardándose ciertas cosas para sí, cosas que el otro no necesariamente tiene que saber, Chow propone a Su que practique con él la forma de decirle a su esposo que ella sabe todo, y en medio de esas prácticas, de esos encuentros, se dan cuenta que sólo fue cuestión de mal tiempo, la persona correcta en el momento equivocado o tal vez la persona equivocada en el momento correcto. Por cierto, el esposo de Su y la esposa de Chow son amantes.

Kar Wai como todo director tiene una serie de códigos con los cuales trabaja, características que ha hecho suyas para contar esas historias tan bien logradas:

El Color, ese fetiche suyo por los tonos verdes y por el rojo especialmente. Dentro de la simbología occidental de los colores el rojo, como ya es bien sabido, denota el amor, la pasión, la sexualidad, dentro del ámbito cinematográfico ha sido utilizado innumerablemente para resaltar detalles claves, personajes o acciones, esta utilización no es diferente en In the Mood for love, por lo general, Su Li-Zhen lleva tonos rojizos, su boca siempre roja manifestándose como el objeto del deseo de Chow, labios que nunca llega a tocar, incluso la habitación de hotel donde se encuentran está plagada de elementos rojos, dejando entrever tímidamente ese deseo no consumado entre ellos. Por otra parte, el verde, según dicha simbología, es el color de la esperanza, la tranquilidad, la vida pero también de lo onírico y la imaginación, por tanto los espacios de la pensión, mayormente verdes podrían significar ese ambiente de calma en medio de la confusión de ambos personajes, la desesperación de Su Li-Zhen y a la vez la esperanza de que tal vez, algún día, si ellos dos o si las cosas no fuesen así, pero no, no pasa, sólo queda eso, la esperanza de que ella también lo recuerde y le cuente su secreto a un árbol.

El diálogo, o la ausencia de él. Los personajes hablan muy poco al principio, sus conversaciones tímidas y entrecortadas se van desarrollando con más fluidez y sin embargo se reducen a comentarios aislados, para dar paso a esa acciones que no realizan dentro de sus matrimonio, resultando así esta relación, el comodín de aquello que en sus cuartos no tienen, transformándose en un juego casi infantil, inocente, que oculta los sentimientos de ambos. Chow narra la película en voz en off, dándonos detalles y pistas, a simple vista fútiles, pero así escribe Kar Wai, haciendo comentarios aislados para dejar que las miradas, los movimientos, nos cuenten la verdadera historia debajo del diálogo, y todo esto es totalmente intencional, así el director trabaje sin un diálogo predeterminado.

La cámara, curiosa, taciturna, espía y cómplice, moviéndose lentamente entre ellos, muchas veces situada detrás, como alguien que escucha una conversación ajena. Tomas sobrias y elegantes, demuestran un claro sentido de estética, limpia y bien cuidada, cada plano, cada toma, cada enfoque en Kar Wai está dispuesto de forma que en conjunto con lo que está pasando frente al lente te llegue al corazón, acariciándolo o desgarrándolo, porque Wong Kar Wai puede llegar a ser cruel de la forma más sutil y eso es un arte que muy pocos manejan. La cámara se escurre y se cuela entre las paredes de la pensión, dejando ver que hay algo que se sale de esas habitaciones, que es mucho más grande que eso, que hay secretos dentro y fuera de ellos, cosas que a pesar de vivir juntos, el uno ignora del otro. Los personajes hablan en un extremo del plano, al fondo se ve un callejón, anunciando que en algún momento Su Li Zhen se marchará y pasará a ser uno de esos personajes de Kar Wai que se van y nunca regresan. Los múltiples encuentros casuales entre Su y Chow antes de conocerse, los dos abriendo las puertas a sus cuartos, a sus respectivas jaulas, los pequeños detalles de los personajes secundarios que detrás parecieran llevar una vida plena y sin restricciones de ningún tipo, todo esto es capturado mediante esas tomas melancólicas, algunas veces largas, otras más cortas y cuando estás embelesado te encuentras frente a un plano medio de los dos personajes, la cámara estática mientras Su Li Zhen se acaricia con una sensualidad divinamente sutil, víctima del calor. Así la cámara de Wong Kar Wai te hace el mayor chismoso de la historia del cine.

In the mood for love está repleta de detalles ocultos, engaños, trucos, elementos que no se muestran porque sencillamente no es necesario. Así por ejemplo, nunca vemos las caras de los cónyuges de los protagonistas, demostrando el secreto que estos guardan, son muy pocos los personajes secundarios que intervienen en la trama principal y el cielo nunca se ve durante toda la película, hay algo que Su y Chow ocultan, algo de lo que ni el cielo es testigo, sólo el espectador, al final Kar Wai abre el mundo en el que estuvieron encerrados los personajes por más de una hora, en una hermosa toma a un cielo azul, perfecto y despejado, como la relación entre ellos dos pero recordándonos que, entre cielo y tierra…

Wong Kar Wai me entristece, me envuelve en su romanticismo que asegura no buscar, me pone emotivo, me cuenta historias que no sé si tengan algún final, me contagia de una melancolía enfermiza, luego recuerdo que es sólo una película y que posiblemente sólo juegue conmigo, porque a eso se va al cine, a jugar. Sin embargo no dejo de imaginarme la posibilidad de conseguirle en un bar, triste él, muchos cigarros, hablarle de mí, escucharle por horas, o que no hable si no quiere, sólo estar y terminar en la parte trasera de un taxi, mi cabeza apoyada de su hombro y tal vez nunca volverle a ver.




domingo, 15 de marzo de 2009

La esquina sur de Altamira.




Cuando te acompaño a la estación,
no sé si te das cuenta pero siempre voy en silencio,
con una o ambas manos en el bolsillo,
buscando una forma de guardarme la nostalgia en ellos.

No sé si te das cuenta pero miro a los lados,
para ver si echo a la carretera las ganas de decirte "Quédate!",
la estación es un lugar con mucha gente que viene o va,
seguramente ellos tendrán muchas historias que contar
pero a mí no me importan,
yo sólo quiero que se retrase un poco el bus de las seis
o el de las siete,
y que la mujer del altavoz se calle de una buena vez,
para que no me recuerde que me quedan los quince minutos de embarque.

En tu maleta se van entre la ropa uno que otro abrazo,
la media hora que te miré mientras dormías,
y eso que te dije al oído en tu letargo mañanero,
que probablemente no debes recordar.

Nos fumamos un último cigarro, el de la despedida,
que es como de las Buenas Noches
pero más antipático,
yo me recuesto de la pared gris, cigarro en mano,
tu parado con tu pose triunfal, cigarro en mano, mano en cintura,
me miras fijamente, te miro un ratito, volteo la cara,
recuesto la cabeza del teléfono público, aspiro,
vuelvo la mirada, tu sonríes y el cigarro en tu mano...se acabó.

Llega la hora del abordaje,
nos despedimos unas cinco veces,
Adiós-Chau-Au revoir-Chaito-Vete,
Te quiero, Te Kiero....
luego viene el abrazo, decirte algo al oído
y no me cabe en una frase y..."favor abordar".

Jugamos al escondite entre las paredes del terminal,
tú te sumerges en la cola hacia el bus paso a paso,
volteando eventualmente a buscarme,
yo me camuflageo detrás de una columna,
luego salto a la vista de nuevo,
pongo una mano sobre mi pecho,
salgo corriendo del terminal,
me asomo desde la puerta,
tú estás allí parado aún,
me mirás con esa nostalgia que solo tienen los que se despiden,
corro por un pasillo de acrílico, la gente me mira,
llego a la puerta de embarque mientras tu entregas el pasaje,
te quedas en la puerta inmóvil,
dime que no te quieres montar,
la gente pasa por tu lado,
amo como me miras,
volteas una, dos, tres veces hasta que te traga el monstruo máquina,
y yo pienso que el alquitrán del terminal huele a despedida.
Oscurece en la ciudad mientras corro hacia la esquina,
tengo cinco cuadras hasta que arranque el bus,
desesperado me voy sacando la nostalgia de los bolsillos,
no sé si es el aire de la tarde chocando contra mi cara
o se me están agüando los ojos,
me saco los paqueticos de nostalgia uno por uno,
quedan regados por la acera como migas de pan,
de modo que la semana siguiente los vuelva a recoger,
suena música en mis oídos,
corro moviendo mis brazos,
me detengo en la esquina sur de Altamira,
Av. Francisco de Miranda con Av. Sur,
los peatones se lanzan al rayado,
los carros pasan,
miro a la izquierda, se asoma triunfante el grifo mecánico,
recostado de la ventana estás tú,
diciéndome quien sabe tantas cosas que yo no puedo oír,
cruza burlón frente a mí,
y se aleja con la rapidez de quien se roba algo valioso,
avanzo unos tres o cinco pasos como si fuera a correr,
pero me detengo a odiar los 150 kilómetros que nos separan,
y allí en la esquina, recostado del poste de la luz
me fumo mi segundo cigarro de despedida,
el que nunca te fumas conmigo,
hasta el próximo domingo,
cuando parado en la esquina sur de Altamira,
cumplamos nuevamente nuestro ritual.


sábado, 7 de marzo de 2009

Wilma.


"USTED ME RESPETA A MÍ Y A MIS AMIGOS!!! ME HACE EL FAVOR!!! YO SOY UNA MUJER DEJADA!!!! ME DEJARON AYERR!!!"

Wilma ven a visitarme un día de estos,
entra gritando y agitando tus brazos,
grita eufórica,
arrancándome carcajadas sin piedad,
yo, que río silenciosamente.
Tómame de la mano y llévame a caminar por Caracas,
cantemos La Lupe y Amanda Miguel en un carro,
con el dolor de quien ha sido dejado,
quisiera llevarte a Buenos Aires
sólo para cantarte canciones de Calamaro o Charlie
al oído en una plaza al otoño,
o a Inglaterra y cantarte como Jarvis Cocker
a los pies del Big Ben.
Si prometes ser mi Bruce Lee,
yo seré una mujer de Wong Kar-Wai por tí,
como ese Androide atrapado en el tren hacia 2046,
para abrazarte y darte calor en el vagón 24-12,
tú, jeva de palabras elegantes,
con tu cefalea endulcorante,
te amo aunque ya no fumes conmigo...puta,
y a veces por estar empijamada
nos cambies los planes y las rutas.

viernes, 16 de enero de 2009

El Vestido Chanel.


Sofía miró su reloj, eran ya las 10:30, llevaba media hora frente a la vitrina. Dió media vuelta y se dispuso a alejarse, cinco pasos, de vez en cuando volteaba para echarle una última ojeada de consolación, allí, él, intacto, limpio, queriendo ser vestido, detrás del vidrio.

***

Sofía llegó a su casa, apurada, ansiosa; subió corriendo a su habitación, se deshizo como pudo de su bolso, lanzó las llaves del carro, le quitó el plástico de tintorería que lo protegía celosamente, como un amante voráz que desnuda a su amada, lo olió, lo tocó, era suyo, por fin, un vestido Chanel. La tela era suave, tal y como se la imaginaba, tal y como era la tela de los miles vestidos de Laura, la yema de sus dedos se deslizaba obedeciente por todo él, rojo, muy rojo como la sangre, como la capa de un torero provocando la embestida del toro y allí Sofía hipnotizada preparada para embestir y vestir el vestido. Hasta que su dedo tropezó en la parte izquierda del pecho del vestido, sobre la costura del bolsillo, a la altura del corazón, que tonta había sido! Por qué no lo había revisado antes? - pensó. En ese momento recordó, era un vestido usado.

Regresó indignada a la venta de garage de Damas Honorables Judías: un puñado de señoras encopetadas con olor a laca, el peinado de revista, el rostro muy blanco, muy Nip/Tuck. Trató de poner su mejor cara, haló desde su pecho una sonrisa forzada, tan forzada que su yugular se inflamaba, buscó con la mirada a la señora rubia, antigua dueña del vestido, se acercó con la pesada sonrisa y casi asfixiada exclamó:

-El vestido!
-Hola querida!-respondió la señora con una sonrisa tan amplia que le achinaba los ojos-¿Qué pasa con el vestido?
-El vestido...tiene un defecto!
-¿Cuál defecto mi amor? Pensé que estaba ready to wear, tal y como cuando lo compré-con su sonrisa ornamental.
-Mire!

Y enseñándole la mancha carcomiendo la tela a la altura del corazón, estirando la tela hacia los lados para que la mancha tuviera el inmerecido protagonismo que groseramente se había ganado.

-Oh cariño, pero si es una mínima quemadura de cigarro! Por lo general me suele pasar y termino arruinando un sin fín de vestidos, algunos de mis favoritos incluso, los he tenido que sacrificar a causa de quemaduras como ésta, o peores de hecho, digamos que es el precio que hay que pagar por tener un hábito tan malsano como fumar, pero ya ve, un vicio es un vicio - proclamaba excusas la honorable señora, mientras sacaba de su amplio bolso su cigarrera dorada y su respectivo encendedor, como para ratificar su vicio, aspiró esa deliciosa primera fumada, la retuvo unos segundos y exhaló tanto por la boca, como por la nariz.

Sofía recordó cuanto odiaba el cigarro, su olor, la sensación de asfixia que sentía al ver alguien fumar; en ese momento la señora le parecía una grosera, vulgar, una chimenea. Al ver el humo saliendo de su nariz Sofía miro el vestido extendido en sus manos, bien extendido, con fuerza, con la fuerza de su rabia en sus manos, se dió cuenta que le hacía daño y aflojó un poco, ya había sufrido el pobre lo suficiente, vió el rojo de la tela, el humo saliendo sensual y desfachatadamente por las narices de la señora, Sofía pensó que era un toro la señora, y ella el torero, con la capa provocante en sus manos, la señora un toro, listo para estacar.

***
Sofía recostada en su cama, el techo tan blanco, el vestido tan rojo colgado en la puerta del ropero, sollozando su sacrilegio, hilo por hilo, ahora era un vestido prácticamente inservible, ¿Cómo un vestido como él se compararía con los demás vestidos? con sus telas íntegras, sus costuras en su lugar, sus botones orgullasamente dispuestos, bien planchados y limpios, los demás vestidos no tenían quemaduras, si su tela era blanca pues el vestido era blanco, si era estampada pues era estampado, esa antipática quemadura de cigarro no era ningún ornamento, era una vergüenza. A pesar de que el vestido haya costado 20 Bs. F, era una burla.

Sofía se levantó de su cama, lo tocó nuevamente, tapó con su dedo índice la quemadura, pensó en la palabra, era una palabra cruel, "Quemadura", quemar, dura, dureza, la misma dureza con la que merecía ser tratada la insolente señora esa, ¿Qué sabría ella de apreciar un vestido? un vestido así, ¿Cuántos vestidos no habrían pasado por su closet? sin pena ni gloria, sólo un vestido más para ella, el vestido rojo o el vestido marrón, todos de acuerdo a la ocasión, sólo un vestido más para cubrir la fealdad de ese ser sin piedad, impregnando el olor del cigarro sobre la delicada tela, que sucia! Cochina! Asquerosa! Todo ese maquillaje cubriendo tanta cochinada, sucia por dentro, sucia por ser tan inconsciente. Algunos no tienen siquiera con que cubrirse y ella, con su maquillaje, sus perfumes, sus vestidos, la pobre, pobre de alma, no podía cubrir su impureza. Otra cochina más, al igual que su amiga Laura, todas unas cerdas revolcándose en su fango de clubes y canasta, malagradecidas todas, Laura con un vestido nuevo para cada reunión, para cada cóctel, con vestidos que no llegaban a ser usados más de cuatro o máximo cinco veces, y ella, tan aústera, tan sin marido, tan sin vestido. Y Laura a cada rato queriéndole regalar un vestido usado, un vestido usado para que Sofía estuviese a la altura de acompañarla a alguna reunión con un vestido digno, pero no, no no, ella no los aceptaba, ella digna, muy digna esta vez, sorprendería a Laura cuando llegara de su viaje por Milán, por supuesto con tres vestidos nuevos, así era Laura, Laura la nueva rica, la de la página de sociales desde hace un año atrás, Laura la señora de Amuchástegui.

***

Era una mañana de jueves, las señoras judías portaban todas sus sonrisas, sus peinados, sus joyas, cuanto dorado! cuanto brillante! todas con sus cigarreras, todas cigarro en mano, una masa a punto de explotar entre laca y humo, todas puercas, todas feas. La señora Teresita Landaeta de Blanco vió a la jovencita de hace dos días, la joven un poco contrariada, sin embargo encantadora, la pobre del otro lado de la calle, parecía tener problemas con su auto, la señora Teresita, como toda una honorable y colaboradora dama de la comunidad se acercó a ver en qué podía ayudar:

-Cariño!...Cariño! - mientras Sofía cerraba el celular - ¿Algún problema?
-No!...Sí, bueno, el carro, sus caprichos, la mecánica y yo que no vamos juntos - dejando escapar una sonrisa nerviosa y menos fingida que la vez anterior.
-Te entiendo cariño - sonriendo maternalmente - mi esposo opinaría lo mismo de mí, a veces pienso que los carros para mujeres deberían diseñarlos mujeres.
-Definitivamente!
-¿Quieres que llame a mi chofer? - ofreció la señora Teresita, dejando muy claro que ella tenía su chofer particular, la muy orgullosa.
-No gracias, ya llamé a una grúa. El problema es que tardará horas en llegar con este tráfico - con una mueca de pereza Sofía - muero del calor!
-Pero querida, tu estás roja como el vestido que te vendí, vamos a mi casa que queda a menos de una cuadra, te ofrezco algo para refrescarte y cuando llegue la grúa ya estarás más repuesta mi niña.
-No, no se preocupe señora.
-Querida, en la vida he aceptado muchas cosas, entre esas la moda de los ochenta, y un "no" por respuesta es una de las pocas que no he aceptado! - pasando un brazo por el hombro de Sofía.

***

Sofía observaba la casa, una casa muy amplia, muy ornamentada, muy limpia, ordenada y llena de portaretratos, como si esa señora quisiera hacerle saber al mundo cuan cómoda había sido su vida. Llevó consigo a la casa el vestido, envuelto en una bolsa de tintorería y lo colgó de un ropero de caoba dispuesto en la sala. Podía oler el aroma de un ser desagradecido de todo lo que tenía, y cuyos objetos de su casa, todos y cada uno, así como el resto de sus habitantes, eran eso...objetos, figurines, adornos. La dueña de la casa abrió las puertas a su visitante, eso era Sofía, una visitante a la que se le hace una caridad, pensar en eso le provocó más rabia, Sofía la visitante, la que compra ropa usada. Le fue servida limonada en unos vasos de cristal delicadísimos, que hasta ensuciarlos con el líquido verdoso daba sentimiento. Una hija joven y rubia, con los cabellos lisos, bajó apresurada, apenas miró a su madre y cuando la señora trató de presentarle la "visita" la insolente muchacha se limitó a voltear la mirada y hacer un gesto, sin siquiera despedirse, Sofía pensó que era una degenerada en potencia, pero claro, con semejante progenitora. Miró a su derecha y ún portaretrato dorado llamó su atención, la foto dentro de él, una señora Teresita unos quince años atrás, una reminiscencia de la grosera que había bajado unos minutos antes, allí la señora esbelta y lozana con su vestido rojo, un vestido entero, sin ser lacerado, con su misma sonrisa achinada de toda la vida, puta!

-Oh pero mira justamente! Esa fue la única noche que usé el "ahora tuyo" vestido! Eso fue en la embajada de Francia, en un recibimiento al recién dispuesto embajador, te podrás imaginar la magnitud, y que mejor manera de aparecerse que un Chanel.
-Para luego quemarlo - con una expresión neutral.
-Jajajajaja mi niña, tienes un perverso sentido del humor. Veo que el detalle del vestido te agobia un poco, pero mira, te voy a dar un secreto; si te fijas bien en la foto verás que llevo puesto un prendedor, justo donde ahora está la quemadura, ¿Lo ves, que tiene forma de daga? Bueno, justamente esa noche me lo había regalado una amiga, la señora Luciana di Giaccomo, había hecho un viaje por Irlanda y estaba enamorada de los celtas, como souvenir me trajo ese prendedor que es una copia de una daga celta, una belleza! Después de que se me quemó el vestido, saqué el prendedor y lo pude disimular perfectamente - la señora Teresita notó la cara incrédula de Sofia, penso por un momento y emocionada dijo - es más mi niña, espera aquí - dando unas palmaditas en la mano de Sofía.

Cinco minutos después bajó apresurada las escaleras con una caja en sus manos, tomó a la visitante por sorpresa mientras contemplaba el vestido que parecía quejarse con el ropero de los malos tratos que su antigua dueña le hubiese proferido. La señora puso la caja frente a los ojos de Sofía, la abrió y allí, la daga, brillante y pulida.

-Es tuya - dijo la señora Teresita - yo hace mucho no la uso, así podrás tapar el defecto del vestido y será un vestido completo, como debe ser.

Sofía tomó el presente sin decir palabra alguna, una ínfima sonrisa de agradecimiento se posicionó por unos segundos en su rostro pero luego pensó, limosna, la limosna de una señora cochina, que cree tapar sus cochinadas con brillo y dorado, la trataba de convertir en una sucia como ella. Doña Teresita sintiéndose triunfante dió media vuelta, tomó de la mesa su cigarrera, dorada como todo lo que la rodeaba, encendió un cigarrillo, fumó esa primera fumada orgásmica, exhaló el humo y se volvió nuevamente hacía la chica, extendió su mano que sostenía el cigarro, ofreciéndole uno a la indignada visitante:

-¿Quieres uno? Ahora puedes estar tranquila, ya sabes que si le pasa algo a tu blusa lo puedes disimular con el broche.

Sofía se levantó de su silla, dió tres pasos, los tres pasos más seguros de su vida, la visitante, la compradora de ropa usada, daga en mano, justo a la altura del corazón de la señora Teresita Landaeta de Blanco, allí donde iba el broche, dónde estaba la quemadura...y el vestido por testigo, testigo de su venganza.

***

Sofía se miraba en el espejo, con su vestido rojo, su broche, su daga dorada y limpia, sonó el timbre, era ella, Laura, seguramente con un vestido nuevo comprado en Milán, con miles de anécdotas de su viaje, sitios, restaurants y alguna palabra o modismo que habría aprendido. Abrió la puerta a su amiga, quien inmediatamente se percató del vestido nuevo de Sofía, desvaneciéndose en halagos hacia él, Sofía sentía la gloria, por primera vez su vestido recibía el reconocimiento que merecía y por un minuto Laura no era la protagonista.

Laura llevaba un vestido color crema, con un chal verde aceituna envuelto en sus hombros, después de los halagos procedió a contarle a Sofía su maravilloso viaje y de cuan bien la iban a pasar esa noche en el primer cóctel al que llevaría a su amiga, la visitante, se quejó del calor mientras lamentaba la falta de aire integral en la casa de su amiga, se quitó el chal, y sobre su vestido, asomándose burlona, una mancha marrón, Sofía la miró fijamente y sin despegar la vista, con una expresión neutra:

-Tienes una mancha en el vestido Laura - señalándola.
-Ay sí, es que antes de aquí me estaba tomando un café con Tabatha Lacroix, tu sabes como soy de torpe con las manos, por eso me puse el chal - sonriendo con ligereza.

Sofía miró a Laura, miró la mancha, el vestido, la mancha, oronda y grosera la mancha, Laura...

FIN

jueves, 8 de enero de 2009

Green


Verde verde muy verde
todo en él es verde,
con sus múltiples personalidades
nos levanta,
nos hace dar vueltas por el aire
para luego caer en el cesped,
muertos de risa,
muertos de verde.

Coser y cantar,
saltar y bailar,
Green Peace,
Clorofila,
Trébol,
Irlanda,
Luz verde,
Limón,
Kriptonita,
Esperanto,
y muchas cosas más,
así como él,
una mezcla de sensaciones por minuto,
por segundo,
fugaz como su mente.

Facilito de querer,
tal vez porque el verde se asocia con "adelante",
hace un año, donde hoy está ese verde
era ausencia de color,
ahora me pinta en colores y escarcha,
mientras me canta canciones,
una de esas invitaciones
para dejarse querer.