viernes, 16 de enero de 2009

El Vestido Chanel.


Sofía miró su reloj, eran ya las 10:30, llevaba media hora frente a la vitrina. Dió media vuelta y se dispuso a alejarse, cinco pasos, de vez en cuando volteaba para echarle una última ojeada de consolación, allí, él, intacto, limpio, queriendo ser vestido, detrás del vidrio.

***

Sofía llegó a su casa, apurada, ansiosa; subió corriendo a su habitación, se deshizo como pudo de su bolso, lanzó las llaves del carro, le quitó el plástico de tintorería que lo protegía celosamente, como un amante voráz que desnuda a su amada, lo olió, lo tocó, era suyo, por fin, un vestido Chanel. La tela era suave, tal y como se la imaginaba, tal y como era la tela de los miles vestidos de Laura, la yema de sus dedos se deslizaba obedeciente por todo él, rojo, muy rojo como la sangre, como la capa de un torero provocando la embestida del toro y allí Sofía hipnotizada preparada para embestir y vestir el vestido. Hasta que su dedo tropezó en la parte izquierda del pecho del vestido, sobre la costura del bolsillo, a la altura del corazón, que tonta había sido! Por qué no lo había revisado antes? - pensó. En ese momento recordó, era un vestido usado.

Regresó indignada a la venta de garage de Damas Honorables Judías: un puñado de señoras encopetadas con olor a laca, el peinado de revista, el rostro muy blanco, muy Nip/Tuck. Trató de poner su mejor cara, haló desde su pecho una sonrisa forzada, tan forzada que su yugular se inflamaba, buscó con la mirada a la señora rubia, antigua dueña del vestido, se acercó con la pesada sonrisa y casi asfixiada exclamó:

-El vestido!
-Hola querida!-respondió la señora con una sonrisa tan amplia que le achinaba los ojos-¿Qué pasa con el vestido?
-El vestido...tiene un defecto!
-¿Cuál defecto mi amor? Pensé que estaba ready to wear, tal y como cuando lo compré-con su sonrisa ornamental.
-Mire!

Y enseñándole la mancha carcomiendo la tela a la altura del corazón, estirando la tela hacia los lados para que la mancha tuviera el inmerecido protagonismo que groseramente se había ganado.

-Oh cariño, pero si es una mínima quemadura de cigarro! Por lo general me suele pasar y termino arruinando un sin fín de vestidos, algunos de mis favoritos incluso, los he tenido que sacrificar a causa de quemaduras como ésta, o peores de hecho, digamos que es el precio que hay que pagar por tener un hábito tan malsano como fumar, pero ya ve, un vicio es un vicio - proclamaba excusas la honorable señora, mientras sacaba de su amplio bolso su cigarrera dorada y su respectivo encendedor, como para ratificar su vicio, aspiró esa deliciosa primera fumada, la retuvo unos segundos y exhaló tanto por la boca, como por la nariz.

Sofía recordó cuanto odiaba el cigarro, su olor, la sensación de asfixia que sentía al ver alguien fumar; en ese momento la señora le parecía una grosera, vulgar, una chimenea. Al ver el humo saliendo de su nariz Sofía miro el vestido extendido en sus manos, bien extendido, con fuerza, con la fuerza de su rabia en sus manos, se dió cuenta que le hacía daño y aflojó un poco, ya había sufrido el pobre lo suficiente, vió el rojo de la tela, el humo saliendo sensual y desfachatadamente por las narices de la señora, Sofía pensó que era un toro la señora, y ella el torero, con la capa provocante en sus manos, la señora un toro, listo para estacar.

***
Sofía recostada en su cama, el techo tan blanco, el vestido tan rojo colgado en la puerta del ropero, sollozando su sacrilegio, hilo por hilo, ahora era un vestido prácticamente inservible, ¿Cómo un vestido como él se compararía con los demás vestidos? con sus telas íntegras, sus costuras en su lugar, sus botones orgullasamente dispuestos, bien planchados y limpios, los demás vestidos no tenían quemaduras, si su tela era blanca pues el vestido era blanco, si era estampada pues era estampado, esa antipática quemadura de cigarro no era ningún ornamento, era una vergüenza. A pesar de que el vestido haya costado 20 Bs. F, era una burla.

Sofía se levantó de su cama, lo tocó nuevamente, tapó con su dedo índice la quemadura, pensó en la palabra, era una palabra cruel, "Quemadura", quemar, dura, dureza, la misma dureza con la que merecía ser tratada la insolente señora esa, ¿Qué sabría ella de apreciar un vestido? un vestido así, ¿Cuántos vestidos no habrían pasado por su closet? sin pena ni gloria, sólo un vestido más para ella, el vestido rojo o el vestido marrón, todos de acuerdo a la ocasión, sólo un vestido más para cubrir la fealdad de ese ser sin piedad, impregnando el olor del cigarro sobre la delicada tela, que sucia! Cochina! Asquerosa! Todo ese maquillaje cubriendo tanta cochinada, sucia por dentro, sucia por ser tan inconsciente. Algunos no tienen siquiera con que cubrirse y ella, con su maquillaje, sus perfumes, sus vestidos, la pobre, pobre de alma, no podía cubrir su impureza. Otra cochina más, al igual que su amiga Laura, todas unas cerdas revolcándose en su fango de clubes y canasta, malagradecidas todas, Laura con un vestido nuevo para cada reunión, para cada cóctel, con vestidos que no llegaban a ser usados más de cuatro o máximo cinco veces, y ella, tan aústera, tan sin marido, tan sin vestido. Y Laura a cada rato queriéndole regalar un vestido usado, un vestido usado para que Sofía estuviese a la altura de acompañarla a alguna reunión con un vestido digno, pero no, no no, ella no los aceptaba, ella digna, muy digna esta vez, sorprendería a Laura cuando llegara de su viaje por Milán, por supuesto con tres vestidos nuevos, así era Laura, Laura la nueva rica, la de la página de sociales desde hace un año atrás, Laura la señora de Amuchástegui.

***

Era una mañana de jueves, las señoras judías portaban todas sus sonrisas, sus peinados, sus joyas, cuanto dorado! cuanto brillante! todas con sus cigarreras, todas cigarro en mano, una masa a punto de explotar entre laca y humo, todas puercas, todas feas. La señora Teresita Landaeta de Blanco vió a la jovencita de hace dos días, la joven un poco contrariada, sin embargo encantadora, la pobre del otro lado de la calle, parecía tener problemas con su auto, la señora Teresita, como toda una honorable y colaboradora dama de la comunidad se acercó a ver en qué podía ayudar:

-Cariño!...Cariño! - mientras Sofía cerraba el celular - ¿Algún problema?
-No!...Sí, bueno, el carro, sus caprichos, la mecánica y yo que no vamos juntos - dejando escapar una sonrisa nerviosa y menos fingida que la vez anterior.
-Te entiendo cariño - sonriendo maternalmente - mi esposo opinaría lo mismo de mí, a veces pienso que los carros para mujeres deberían diseñarlos mujeres.
-Definitivamente!
-¿Quieres que llame a mi chofer? - ofreció la señora Teresita, dejando muy claro que ella tenía su chofer particular, la muy orgullosa.
-No gracias, ya llamé a una grúa. El problema es que tardará horas en llegar con este tráfico - con una mueca de pereza Sofía - muero del calor!
-Pero querida, tu estás roja como el vestido que te vendí, vamos a mi casa que queda a menos de una cuadra, te ofrezco algo para refrescarte y cuando llegue la grúa ya estarás más repuesta mi niña.
-No, no se preocupe señora.
-Querida, en la vida he aceptado muchas cosas, entre esas la moda de los ochenta, y un "no" por respuesta es una de las pocas que no he aceptado! - pasando un brazo por el hombro de Sofía.

***

Sofía observaba la casa, una casa muy amplia, muy ornamentada, muy limpia, ordenada y llena de portaretratos, como si esa señora quisiera hacerle saber al mundo cuan cómoda había sido su vida. Llevó consigo a la casa el vestido, envuelto en una bolsa de tintorería y lo colgó de un ropero de caoba dispuesto en la sala. Podía oler el aroma de un ser desagradecido de todo lo que tenía, y cuyos objetos de su casa, todos y cada uno, así como el resto de sus habitantes, eran eso...objetos, figurines, adornos. La dueña de la casa abrió las puertas a su visitante, eso era Sofía, una visitante a la que se le hace una caridad, pensar en eso le provocó más rabia, Sofía la visitante, la que compra ropa usada. Le fue servida limonada en unos vasos de cristal delicadísimos, que hasta ensuciarlos con el líquido verdoso daba sentimiento. Una hija joven y rubia, con los cabellos lisos, bajó apresurada, apenas miró a su madre y cuando la señora trató de presentarle la "visita" la insolente muchacha se limitó a voltear la mirada y hacer un gesto, sin siquiera despedirse, Sofía pensó que era una degenerada en potencia, pero claro, con semejante progenitora. Miró a su derecha y ún portaretrato dorado llamó su atención, la foto dentro de él, una señora Teresita unos quince años atrás, una reminiscencia de la grosera que había bajado unos minutos antes, allí la señora esbelta y lozana con su vestido rojo, un vestido entero, sin ser lacerado, con su misma sonrisa achinada de toda la vida, puta!

-Oh pero mira justamente! Esa fue la única noche que usé el "ahora tuyo" vestido! Eso fue en la embajada de Francia, en un recibimiento al recién dispuesto embajador, te podrás imaginar la magnitud, y que mejor manera de aparecerse que un Chanel.
-Para luego quemarlo - con una expresión neutral.
-Jajajajaja mi niña, tienes un perverso sentido del humor. Veo que el detalle del vestido te agobia un poco, pero mira, te voy a dar un secreto; si te fijas bien en la foto verás que llevo puesto un prendedor, justo donde ahora está la quemadura, ¿Lo ves, que tiene forma de daga? Bueno, justamente esa noche me lo había regalado una amiga, la señora Luciana di Giaccomo, había hecho un viaje por Irlanda y estaba enamorada de los celtas, como souvenir me trajo ese prendedor que es una copia de una daga celta, una belleza! Después de que se me quemó el vestido, saqué el prendedor y lo pude disimular perfectamente - la señora Teresita notó la cara incrédula de Sofia, penso por un momento y emocionada dijo - es más mi niña, espera aquí - dando unas palmaditas en la mano de Sofía.

Cinco minutos después bajó apresurada las escaleras con una caja en sus manos, tomó a la visitante por sorpresa mientras contemplaba el vestido que parecía quejarse con el ropero de los malos tratos que su antigua dueña le hubiese proferido. La señora puso la caja frente a los ojos de Sofía, la abrió y allí, la daga, brillante y pulida.

-Es tuya - dijo la señora Teresita - yo hace mucho no la uso, así podrás tapar el defecto del vestido y será un vestido completo, como debe ser.

Sofía tomó el presente sin decir palabra alguna, una ínfima sonrisa de agradecimiento se posicionó por unos segundos en su rostro pero luego pensó, limosna, la limosna de una señora cochina, que cree tapar sus cochinadas con brillo y dorado, la trataba de convertir en una sucia como ella. Doña Teresita sintiéndose triunfante dió media vuelta, tomó de la mesa su cigarrera, dorada como todo lo que la rodeaba, encendió un cigarrillo, fumó esa primera fumada orgásmica, exhaló el humo y se volvió nuevamente hacía la chica, extendió su mano que sostenía el cigarro, ofreciéndole uno a la indignada visitante:

-¿Quieres uno? Ahora puedes estar tranquila, ya sabes que si le pasa algo a tu blusa lo puedes disimular con el broche.

Sofía se levantó de su silla, dió tres pasos, los tres pasos más seguros de su vida, la visitante, la compradora de ropa usada, daga en mano, justo a la altura del corazón de la señora Teresita Landaeta de Blanco, allí donde iba el broche, dónde estaba la quemadura...y el vestido por testigo, testigo de su venganza.

***

Sofía se miraba en el espejo, con su vestido rojo, su broche, su daga dorada y limpia, sonó el timbre, era ella, Laura, seguramente con un vestido nuevo comprado en Milán, con miles de anécdotas de su viaje, sitios, restaurants y alguna palabra o modismo que habría aprendido. Abrió la puerta a su amiga, quien inmediatamente se percató del vestido nuevo de Sofía, desvaneciéndose en halagos hacia él, Sofía sentía la gloria, por primera vez su vestido recibía el reconocimiento que merecía y por un minuto Laura no era la protagonista.

Laura llevaba un vestido color crema, con un chal verde aceituna envuelto en sus hombros, después de los halagos procedió a contarle a Sofía su maravilloso viaje y de cuan bien la iban a pasar esa noche en el primer cóctel al que llevaría a su amiga, la visitante, se quejó del calor mientras lamentaba la falta de aire integral en la casa de su amiga, se quitó el chal, y sobre su vestido, asomándose burlona, una mancha marrón, Sofía la miró fijamente y sin despegar la vista, con una expresión neutra:

-Tienes una mancha en el vestido Laura - señalándola.
-Ay sí, es que antes de aquí me estaba tomando un café con Tabatha Lacroix, tu sabes como soy de torpe con las manos, por eso me puse el chal - sonriendo con ligereza.

Sofía miró a Laura, miró la mancha, el vestido, la mancha, oronda y grosera la mancha, Laura...

FIN

jueves, 8 de enero de 2009

Green


Verde verde muy verde
todo en él es verde,
con sus múltiples personalidades
nos levanta,
nos hace dar vueltas por el aire
para luego caer en el cesped,
muertos de risa,
muertos de verde.

Coser y cantar,
saltar y bailar,
Green Peace,
Clorofila,
Trébol,
Irlanda,
Luz verde,
Limón,
Kriptonita,
Esperanto,
y muchas cosas más,
así como él,
una mezcla de sensaciones por minuto,
por segundo,
fugaz como su mente.

Facilito de querer,
tal vez porque el verde se asocia con "adelante",
hace un año, donde hoy está ese verde
era ausencia de color,
ahora me pinta en colores y escarcha,
mientras me canta canciones,
una de esas invitaciones
para dejarse querer.