jueves, 8 de julio de 2010

Aurora.

La última noche nos quedamos en un hotel, ella quería un lugar con el cual no tuviera apegos sentimentales, ella era así.

Cuando entramos a la habitación, que era tenebrosamente blanca, abrió sus brazos y dijo:

"Aquí nadie nos va a extrañar"

Volteó su cabeza sobre uno de sus hombros y corrigió:

"Nadie me va a extrañar"

Ella era así, y yo la quería así, y creo que nunca se lo dije...mejor así.

Dos botellas de vino y una caja de cigarros después se levantó apurada, sacó toda su ropa de la maleta gigante que tenía, para acomodarla de nuevo. Contaba sus medias, desdoblaba y doblaba su ropa interior, acomodaba las blusas, pantalones y faldas de acuerdo a como se los combinaría, y parecía divertirse mucho. Yo mirándola entre las copas le repetía que era una loca. Esa noche me explicó la metodología del eterno viajante y los pasos a seguir para el que se queda, haciendo énfasis en este último:

1-Preferiblemente no acompañar al que se va al aeropuerto, estación, puerto y/o afines.
2-No escribirle una carta, y en caso de hacerlo, que se limite a una frase.
3-Jamás decir "Hasta pronto", "Hasta luego", "Nos vemos", "Vuelve pronto", con un "Adiós" bastaría, una despedida sin promesas ni jugueteos con el tiempo futuro.
4-Guardarle algo a escondidas en la maleta al que se va, como para asegurarse que cuando llegue a su destino al menos ocupe cinco minutos en recordar.
5-En caso de acompañar al que se va al aeropuerto, estación, puerto y/o afines, nunca nunca nunca, quedarse viendo como se aleja. Despedida, media vuelta y marcharse sin mirar atrás, sin volver la mirada, jamás jamás JAMÁS (Gritó) volver la mirada.

Y concluyó: "Porque el que se marcha nunca te estará mirando, estará buscando su pasaje en los bolsillos".

Sus ojos fijos sobre los míos, ella con esa mirada de quien observa a los que duermen esperando a que despierten y yo con mi mirada de recién levantado. Le dije:

"Llevas demasiadas medias"

"Me da demasiado frío en los pies" - contestó.

"Me da demasiado frío dormir contigo" - agregué.

"Ven conmigo" - propuso con esa seguridad tan de ella, con ese hacer lo que le plazca, y yo simplemente no contesté, ella prefería así, cuando yo dejaba las conversaciones inconclusas, y yo estaba ahí para complacerla.

Nos acostamos hablando de su viaje mientras manchábamos las sábanas con vino, repetía una y otra vez que su vuelo salía a las 10am, que tenía que estar en el aeropuerto a más tardar las 8, que se despertaría a las 6 porque ella tardaba demasiado para estar lista pero que yo podía dormir un ratito más. Se durmió, acerqué mis labios a los suyos y me limité a rozarlos, sin profanarlos con ese molesto beso que se da a los que duermen. Le conté mi plan maestro, me iría con ella, en el camino llamaría al aeropuerto llamaría al trabajo, haciendo uso de mi mejor excusa, renunciaría, acordaría enviar la renuncia por correo, compraría un pasaje en su mismo vuelo y llegaríamos juntos a Barcelona, compraría ropa nueva y la vieja ropa la arrojaría al mar en La Barceloneta, por lo de los apegos. Me dormí.

Cuando desperté a las 7am ella ya no estaba. La busqué en el baño, bajé al lobby del hotel, en recepción me dijeron que la señorita se había marchado a las 5am, subí a la habitación y encontré la polaroid que nos habíamos tomado la noche anterior en mi bolso. Tomé un taxi al aeropuerto y en el camino noté que había una nota en el bolsillo derecho de mi chaqueta.

"Jamás le cuentes tus planes a quien duerme" 08 de Julio.

Llegué al aeropuerto a las 9am, aún tenía una hora para alcanzarla e irme con ella a Barcelona y arrojar mis ropas viejas con todos mis temores y mis mañas al mar. Pregunté en la aerolínea, aún se chequeaban los pasajeros del vuelo pero ella no estaba, el operador me dijo que la señorita por la que yo preguntaba había cambiado su vuelo por el de las 9am a Helsinki, el cual ya estaba abordando. Corrí con todas mis fuerzas al pasillo que da al área de embarque hasta que me detuvo el vidrio, al otro lado estaba ella, rodando su maleta con su mano derecha y en la izquierda sus lentes de sol. No la llamé, no me acerqué al vidrio siquiera, no hice el menor intento por detenerla, sólo la vi alejarse, como llegaba al área de inmigración, se colocaba sus lentes y buscaba su pasaje en el bolsillo...jamás volteó a verme.

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