jueves, 17 de marzo de 2011

Carrousel.

(Basado en fotografías de Christian de Abreu)



"Muchos se amaron antes, ya sé que no inventamos nada"
Prietto viaja al cosmos con Mariano (Cover de Leonard Cohen)

Cuando despertó ya era de noche, fue al baño y se dio cuenta que la plantita se había marchitado, sus hojas marrones y el tallo reposado daban la impresión de que sollozaba en el borde de la bañera, se había quedado dormido una vez mas...




Se dio cuenta que eran las 6:20pm y estaba a punto de anochecer, esa hora en la que no es ni de día ni de noche y la gente parece triste, ¿O era él? Recordó que había quedado en verse con Michel en el carrusel cerca del muelle, bajo el cableado donde los gorriones esperaban la noche y luego escapaban de ella. Se apuró entonces, tomó sus llaves y corrió a la puerta, bajo el umbral le dio una última ojeada a su apartamento, se dio cuenta que las partículas de polvo flotaban en el aire y caían sobre las superficies perezosamente, pensó entonces que el polvo era la manifestación física del paso del tiempo...y que tenía que limpiar.

En el marco derecho de la puerta había una estampita de Jesucristo que Michel había pegado para que le "protegiera de todo mal" cuando no estuviese, aunque en realidad era para molestarlo debido a su agnosticismo, Michel era así, de pequeños detalles que no se sabían si eran benévolos o burlones, pero que se quedaban en el recuerdo como la desgastada estampita en la puerta, y esa mirada, de la estampita, de Michel, esa mirada de los que recuerdan siempre.




Tenían extrañas costumbres, que a menudo servían de burla del uno para el otro, como ese empeño de encontrarse en el carrusel, a pesar de que a Michel le parecieran tristes los carruseles porque pensaba que en ellos el tiempo pasaba más rápido y que cada vez que un niño se montaba en ellos, bajaba siendo mayor, porque así era la infancia decía, escondiendo las ganas de llorar. Así que él, tal vez para evitar que afloraran las lágrimas de Michel, o para burlarse, se montaba en el carrusel y al bajarse daba vueltas en retroceso, y Michel sonreía "Tonto eso sólo le pasa a los niños, la magia sólo ocurre en la infancia, cuando creces es ilusionismo".

El carrusel donde se encontraban no era cualquier carrusel, tenía una particularidad, en su eje tenía dibujados varios niños sin rostro, que a Michel le parecían tristísimos pero que a él se le antojaban macabros, sólo uno tenía rostro, un rostro algo desgastado por el paso del tiempo y del que sólo quedaba la sonrisa, hasta nombre le pusieron a ese niño imaginario y Michel le hizo jurar que no olvidaría el nombre del niño o se quedaría sin rostro como los demás, porque eso le pasaba a los niños de los carruseles cuando los olvidaban, se les borraba el rostro de la tristeza.




Michel siempre lo esperaba, porque él siempre se quedaba dormido, y cuando por fin llegaba, Michel estaba mirando hacia el cableado, contando cuántos gorriones quedaban. Michel le dijo un día que los gorriones se posaban por las tardes en el cableado a esperar que dos personas se consiguieran, pero que cuando caía la noche y alguno no llegaba, se marchaban decepcionados y morían de tristeza cerca del mar, porque los gorriones sentían cuando alguien olvidaba y se echaban a morir por los que se quedaban esperando. Así que Michel siempre contaba los gorriones, esperando no cansarse de esperar, esperando que no le olvidaran nunca, esperando no olvidar nunca.

Llegó apurado al muelle pero era de noche ya, tenía miedo de la mirada de Michel, esa mirada de los niños cuando sus padres olvidan los cumpleaños, o cuando olvidan buscarlos en el colegio, era de noche ya y el muelle estaba solitario, era de noche ya y Michel...Michel no estaba contando gorriones como era usual, miró al cableado y se dio cuenta que no quedaba en él ni un solo gorrión, esperando que llegara, tarde por última vez. Se percató entonces que no había nadie en el carrusel, que estaba detenido y sobre todo se dio cuenta que estaba él solo en ese lugar que era tan de ellos, se acercó al carrusel y buscó el niño, pero no recordó su nombre, y cuando lo encontró estaba allí sin rostro, como todos los demás niños olvidados.

Sintió entonces una profunda tristeza, de esa que sólo sienten las madres cuando uno se va de casa, sintió vergüenza por haber olvidado el nombre del niño y por haber provocado la muerte de un gorrión, se dio cuenta entonces que Michel lo había olvidado, al ver que anochecía y el último gorrión se marchaba, cansado de esperar.

...él era así, siempre quedándose dormido, matando gorriones, olvidando a Michel, sin darle tiempo de despedirse.




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