domingo, 15 de marzo de 2009

La esquina sur de Altamira.




Cuando te acompaño a la estación,
no sé si te das cuenta pero siempre voy en silencio,
con una o ambas manos en el bolsillo,
buscando una forma de guardarme la nostalgia en ellos.

No sé si te das cuenta pero miro a los lados,
para ver si echo a la carretera las ganas de decirte "Quédate!",
la estación es un lugar con mucha gente que viene o va,
seguramente ellos tendrán muchas historias que contar
pero a mí no me importan,
yo sólo quiero que se retrase un poco el bus de las seis
o el de las siete,
y que la mujer del altavoz se calle de una buena vez,
para que no me recuerde que me quedan los quince minutos de embarque.

En tu maleta se van entre la ropa uno que otro abrazo,
la media hora que te miré mientras dormías,
y eso que te dije al oído en tu letargo mañanero,
que probablemente no debes recordar.

Nos fumamos un último cigarro, el de la despedida,
que es como de las Buenas Noches
pero más antipático,
yo me recuesto de la pared gris, cigarro en mano,
tu parado con tu pose triunfal, cigarro en mano, mano en cintura,
me miras fijamente, te miro un ratito, volteo la cara,
recuesto la cabeza del teléfono público, aspiro,
vuelvo la mirada, tu sonríes y el cigarro en tu mano...se acabó.

Llega la hora del abordaje,
nos despedimos unas cinco veces,
Adiós-Chau-Au revoir-Chaito-Vete,
Te quiero, Te Kiero....
luego viene el abrazo, decirte algo al oído
y no me cabe en una frase y..."favor abordar".

Jugamos al escondite entre las paredes del terminal,
tú te sumerges en la cola hacia el bus paso a paso,
volteando eventualmente a buscarme,
yo me camuflageo detrás de una columna,
luego salto a la vista de nuevo,
pongo una mano sobre mi pecho,
salgo corriendo del terminal,
me asomo desde la puerta,
tú estás allí parado aún,
me mirás con esa nostalgia que solo tienen los que se despiden,
corro por un pasillo de acrílico, la gente me mira,
llego a la puerta de embarque mientras tu entregas el pasaje,
te quedas en la puerta inmóvil,
dime que no te quieres montar,
la gente pasa por tu lado,
amo como me miras,
volteas una, dos, tres veces hasta que te traga el monstruo máquina,
y yo pienso que el alquitrán del terminal huele a despedida.
Oscurece en la ciudad mientras corro hacia la esquina,
tengo cinco cuadras hasta que arranque el bus,
desesperado me voy sacando la nostalgia de los bolsillos,
no sé si es el aire de la tarde chocando contra mi cara
o se me están agüando los ojos,
me saco los paqueticos de nostalgia uno por uno,
quedan regados por la acera como migas de pan,
de modo que la semana siguiente los vuelva a recoger,
suena música en mis oídos,
corro moviendo mis brazos,
me detengo en la esquina sur de Altamira,
Av. Francisco de Miranda con Av. Sur,
los peatones se lanzan al rayado,
los carros pasan,
miro a la izquierda, se asoma triunfante el grifo mecánico,
recostado de la ventana estás tú,
diciéndome quien sabe tantas cosas que yo no puedo oír,
cruza burlón frente a mí,
y se aleja con la rapidez de quien se roba algo valioso,
avanzo unos tres o cinco pasos como si fuera a correr,
pero me detengo a odiar los 150 kilómetros que nos separan,
y allí en la esquina, recostado del poste de la luz
me fumo mi segundo cigarro de despedida,
el que nunca te fumas conmigo,
hasta el próximo domingo,
cuando parado en la esquina sur de Altamira,
cumplamos nuevamente nuestro ritual.


3 comentarios:

Jernest dijo...

AWWWWWWW :(

So vivid!

María dijo...

Es precioso cómo has captado una despedida de amor tan perfecta... Es fantástico la metáfora que has usa de: "...las lágrimas como miguitas de pan por la acera". Es verdaderamente conmovedor.

Brittfan dijo...

y llore pintura con esta despedida...